domingo, 26 de febrero de 2012

OBESIDAD INFANTIL

La obesidad es un problema emergente de salud pública. La principal enfermedad en los países desarrollados. Es un proceso silente que comienza en la infancia. Se puede definir como un aumento de la grasa corporal hasta un nivel que significa riesgos para la salud.

La consecuencia más significativa en el largo plazo es la persistencia de la obesidad en la etapa adulta, con todos los riesgos que ello implica.
El sobrepeso en la adolescencia se ha asociado con un incremento de la mortalidad y la morbilidad en el largo plazo.

Otro efecto frecuente se relaciona con el desarrollo de trastornos psicosociales, a saber, baja autoestima, problemas con la adaptación social y con el rendimiento escolar y habilidades motoras reducidas.
En el mediano y largo plazo también se ha observado un menor ingreso económico y mayores niveles de pobreza. También son frecuentes las dislipidemias, la hipertensión y la resistencia a la insulina, que deben explorarse en los adolescentes obesos, sobre todo cuando existen antecedentes familiares.

Durante la infancia y la adolescencia del ser humano se fraguan modelos de comportamiento nutricional que muy probablemente le acompañaran durante toda su vida. También los hábitos, en lo que al ejercicio físico se refiere, se establecen en estos periodos. Las edades clave son los 6-7 años y los 12-14 años. Un balance positivo de energía, aunque sea escaso, sostenido y prolongado en el tiempo, es suficiente para inducir un aumento significativo de peso y de tejido adiposo. Este aumento de grasa se deposita en el tejido subcutáneo y en el área visceral, provocando el sobrepeso y después un grado más: la obesidad.

El tratamiento individual de la obesidad infantil suele ser poco exitoso y ello se debe a la falta de objetivos y metas claras, así como de un enfoque integral que abarque todos los aspectos integrados en su génesis. El objetivo del tratamiento individual debe ser el lograr y mantener hábitos nutricionales y estilos de vida que permitan un equilibrio constante entre la ingesta y el gasto calórico y que corrijan o prevengan alteraciones metabólicas, ya que estas perpetúan la obesidad y preceden a las enfermedades crónicas del adulto, asociadas al sobrepeso. Se señala que “tradicionalmente los programas de obesidad han sido dirigidos a conseguir una disminución del peso corporal, utilizando dietas restrictivas que no estimulan el cambio de hábitos ni corrigen los trastornos metabólicos. Por otra parte, la alta prevalencia de obesidad (50-60%) en los padres y madres de niños obesos, señala la necesidad de integrar a la familia a todos los pasos del tratamiento.

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